Somos muchas cosas. Somos las suma de nuestras decisiones,
somos lo que pensamos e incluso somos también lo que comemos. Y algunos somos, de vez en cuando, un compendio completo de paradojas.
Hay épocas en las que los horarios asfixiantes de oficina o
las obligaciones del estudio nos alejan de las zapatillas, pero es entonces
cuando más las echamos de menos y con más intensidad disfrutamos de cada
zancada. Este suele ser el día a día de los aficionados al atletismo. Pues
bien, por circunstancias personales, en este caso del todo halagüeñas, estoy
disfrutando de unos meses de tranquilidad y que me confieren, y lo afirmo con
orgullo, la sacrosanta condición de ni-ni. Así pues, puedo correr a la hora que
me plazca y puedo descansar indefinidamente.
Sin embargo, y ante este oasis con fecha de caducidad, las
expectativas sobre estas horas invertidas en el entrenamiento son elevadas y
admiten pocas vacilaciones. Ante la feliz ausencia de otras preocupaciones,
cada día me vuelvo a preguntar cuándo (!), por fin, comenzaré a sentirme bien al correr.
El domingo día 10 y tras cinco semanas en las que me centré
en la preparación tras haber competido por última vez en la Carrera del
Jurásico, en Asturias, me reencontré con el cross por primera vez en esta
temporada. Fue en el Cross de Suanzes,
una prueba con tradición en el calendario madrileño y en la que nunca había
participado. Esta prueba se celebra en uno de los recodos del parque de Arcentales y también es el Cto. de Madrid de Veteranos de Cross Corto. Acudí a la cita con ganas y optimismo pues, al fin y al cabo -pensaba-, ya tenía que ir saliendo a relucir el trabajo.
Si bien éramos medio centenar de corredores, el nivel
por arriba fue especialmente alto. Me
pegué al grupo de cabeza durante los dos primeros kilómetros -sobre los 6km del recorrido-, pero no pude
aguantar su ritmo y hube de afrontar el resto de la prueba en solitario,
sufriendo, extrañando a cada paso la forma de correr una prueba de campo a
través, y fuera de la carrera tanto física como mentalmente. El promedio por
kilómetro entre el primero y el último casi rozó los veinte segundos. En
definitiva, un resultado nada alentador y una verdadera lástima, porque
necesitaba un buen chute de moral en esos momentos.
Pero no sólo hay sombras en esta crónica. Debo reconocer que el
domingo me reencontré con el atletismo "de casa". Lejos del bombo y
platillo de las masificadas carreras populares de chichinabo -que también frecuento de vez en cuando- esta prueba reúne a muchos de los atletas que llevan mucho tiempo
estando ahí. Se dieron cita esos tíos de los que ignoro su nombre y nunca he
saludado pero que no faltan a una refriega en Madrid. También estaba la persona con la que he
entrenado más kilómetros hasta ahora. Acudió el tío que siempre fue el mejor de
mi equipo para inspirame desde el primer momento. Corrió el chico de mi
edad que, como yo, sigue al pie del cañón esperando ¿qué? imagino que "su
momento", también. Y estaban también las nuevas caras y amistades, como la del chico que corre "de otra forma", afanado siempre en rubricar cada carrera como la gesta de un superhéroe y repartiendo buenas vibraciones. Un reparto coral muy muy valioso pese a ser sólo unos pocos en la cita.
Las clasificaciones, AQUÍ >> Pos. 8º/62
Sufriendo en solitario. Foto de Juanqui |
Las clasificaciones, AQUÍ >> Pos. 8º/62
Una semana después, y sin abandonar el madrileño barrio de San Blas, me probé en Canillejas, una carrera a la
que, admito, le tengo cierta manía por su monótono recorrido y la dureza del
parque de Arcentales, donde no hay ningún tramo llano (como en toda la
carrera). Amada y odiada a partes desiguales,
pues, me tuve que conformar con correrla tras quedarme sin dorsal para los 10km del
maratón Divina Pastora de Valencia.
A posteriori y a bote pronto, puedo decir que he conseguido mi objetivo: observar síntomas de inviten al optimismo. Sin embargo, hubo varios factores en mi contra:
A posteriori y a bote pronto, puedo decir que he conseguido mi objetivo: observar síntomas de inviten al optimismo. Sin embargo, hubo varios factores en mi contra:
-Con
la lluvia y el día de perros, tardaron mucho tiempo en darme dorsal y entregar la mochila en el ropero
también me costó lo mío. ¿El resultado?
sólo calenté 5 minutos.
-El
pasado martes hice series sobre el tartán de la pista después de
aproximadamente cinco años desde la última vez. Los sóleos seguían muy doloridos
y tras la carrera esto ya es inenarrable. Urgía sesión de fisio.
-A
falta casi de 800m, y cuando todavía podía haber rascado segundos, sentí un
pinchazo en dos puntos distintos del abdomen y me dejaron prácticamente
doblado. Esto, como siempre que ocurre, genera muchísima rabia porque además me
pasaron 10 tíos y tenía el 33' en la mano! Arrrg!
Sea
como fuere, me coloqué en segunda línea de salida, lo que me evitó problemas
iniciales y me permitió marcar un primer kilómetro en 3’00”, comprensible por
la prolongada bajada de este primer tramo. En los kms 2 y 3 me siento “cómodo”
pese a remontar los metros que antes hemos bajado. A partir del km 4 encuentro bastante fluidez
en mi zancada pero el primer escollo a superar es la cuesta más pronunciada de Arcentales, donde me separo de un grupo que acaba de pasarme -el karma os lo devolverá-.
Llegamos al km 5 y esto del sube y baja ya es una realidad.
Cuando corrí en 2010 me pasó exactamente lo mismo: sufro de lo lindo pero en la
interminable recta del km 6 (en 3’40”) intento ponerme detrás de un corredor de Valdemoro
para que “me lleve” hasta el ansiado 7. Tardo en recomponerme y en acelerar la
frecuencia de zancada pero ya estamos por fin en la bajada hacia Canillejas: en esta parte podré soportar un ritmo de 3’20”-3’22 hasta el final pero a costa del impacto
de los doloridos sóleos contra el camino descendente de asfalto. Lástima que, a
falta de 800m para la meta, sintiera ese pinchazo, porque moralmente también me
hundió cuando me vi sobrepasado por un grupo muy numeroso de corredores. Paré el crono en 34'12".
Poco antes de acometer el primer repecho en Arcentales (km 4) siguiendo a Edu Callejo. Foto de Elena Benito |
La
lectura positiva que hago es que, ahora sí, parece que vamos cogiendo ritmo (3'22"/km). Ya sé que es paradójico: odio vísceralmente ese parque, esas latitudes accidentadas e interminables donde también pené en mi abiertamente declarado último Trofeo Edward. A lo mejor me estoy castigando ahora que todavía no he acabado de encontrarme para recordar lo que es sufrir y poder disfrutar de lleno cuando llegue mi momento.
Las clasificaciones, AQUÍ. >> Pos. 50º/3.143