lunes, 27 de agosto de 2012

Excursión a los Juegos de Londres

A principios de año no tuve la fortuna de ser merecedor del derecho a compra de entradas que preveía el sistema de venta de tickets de los JJOO. Tampoco en las tandas posteriores, pues el precio para ver las pruebas en el estadio de atletismo rebasaba casi los 1.000 euros por sesión pues sólo quedaban los pases más caros. Persistí en mis trece de ir y me dije que, si bien no todos los días los Juegos tienen lugar al lado de casa, no me podía perder la oportunidad de respirar su atmósfera. ¡Listo, entonces!: zapatillas cómodas, mochila, ganas y temple para soportar las grandes masas de personas sin querer asesinar a nadie.



Conocía bastante bien la ciudad después de que en el verano de 2006 me lanzara a la aventura de encontrar trabajo allí. Pero eso es otra historia. El viernes, nada más aterrizar, me fui directo a la ‘zona cero’ de los Juegos. Muy agresivos, los voluntarios y personal de seguridad no dejaban de exclamar “No Ticket, no entry” en los alrededores del Parque Olímpico. Sin embargo, mereció la pena echar un vistazo en la enorme zona comercial que separa el recinto deportivo de la Villa Olímpica, en cuya puerta, estrictamente vigilada, se arremolinaban algunos deportistas –en la foto aparece Matthew Mitcham, campeón olímpico en Beijing de salto de trampolín desde 10m-  y otro tantos fans olímpicos con libros de autógrafos, cámaras y ristras de colecciones de pins e insignias de las citas olímpicas pasadas para vender, comprar o intercambiar con otros.






El centro comercial  aglutina las principales marcas de ropa deportivas que visten las selecciones nacionales: Adidas, Puma, Nike o El Bosco y sus polémicas creaciones. También fue curioso comprobar cómo, a pesar de estar prohibido, no dejaba de interceptarte gente tratando de comprarte entradas para lo que fuera. Y es que, si algo ha quedado patente es el tremendo apoyo popular de los londinenses y otros foráneos a la hora de asistir como público a las competiciones. ¡En el estadio de atletismo no cabía un alma incluso en las
sesiones de mañana!.





De vuelta a Londres organizo un picnic en Primrose Hill, mi rincón favorito, y reposo la comida en forma de siesta tirado en el césped. A eso de las 17:00 me empecé a angustiar por aquello del síndrome de abstinencia: después de ver los JJOO desde casa en las dos semanas previas, necesitaba mi pico y no tenía entradas y ni siquiera una maldita entrada para los recintos públicos al aire libre donde emitían las competiciones en pantalla grande, pues las entradas estaban agotadas también y sólo se podían comprar por internet en UK.
Resignado, comienzo a deambular por las calles mientras enciendo twitter para enterarme de cuanto acontece cuando, de repente, unas amables chinitas me invitan a pasar a una iglesia ¿¿¿WTF??? Pero mi cara de extrañeza torna en un salto de júbilo cuando me explican que dentro del templo tienen una pantalla grande para ver el atletismo. Allí dentro me ofrecen un cómo asiento y me agasajan con una botella de agua -sí, se llama milagro-. Así pues, despedí la jornada más a gusto que un arbusto.


En el segundo día hice, creo, lo más freak en mi vida ever. Me levanté a las 6:30 am para llegar a Hyde Park a las 7:30 am y coger primera fila para ver la prueba de 50km marcha. A las 9 comenzó puntualmente la prueba y detrás de mí se agolpaban ya tres filas de personas. Tuve la suerte de econtrar divertimento con otros locos que estaban a mi lado, entre ellos un veterano marchador americano  muy pizpireto y al que pregunté ochenta mil cosas de marcha.  


Allí animé a los Sánchez, Odriozola y García Bragado.  Fue un auténtico placer jalear en cada vuelta a Chuso o @Bragator, el atleta de alto nivel más longevo de nuestra historia, aunque sus dolores de ciática no le permitieron marchar como él sabe. Sólo para cubrir algunas necesidades básicas de mi organismo abandoné el lugar y regresé poco después para preservar mi sitio privilegiado para asistir, a partir de las 17:00, a la prueba femenina. Mucho más emocionante para nuestros intereses, Beatriz Pascual, María Vasco y Mª José Poves consiguieron sendos puestos 8º, 10º y 12º en una carrera mega emocionante en la que Olga Kaniskina cedió su trono de Pekín en los últimos metros a favor de su compatriota Elena Lashmanova ¡con nuevo récord del mundo!¡Qué espectáculo!. 



Una vez concluída la competición me vuelvo con mis chinitas de ‘All Souls Church’ junto a los estudios de la BBC en Oxford Circus y me preparo para chillar viendo a Ruth Beitia en la altura, porque, de hecho, fui el único de los allí presentes que también saltó cuando la cántabra rebasó los 2 metros. Lástima que la americana le se hiciera con un bronce que hubiera sido el broche de oro para la carrera de nuestra saltadora de altura y el salvavidas al que se hubiera agarrado la cúpula de la RFEA para salvar su poca credibilidad.





Porque en estos Juegos Natalia llegó tarde y mal. Marta apareció y desapareció de la escena como un auténtico fantasma. Nuestros marchadores pelearon hasta las últimas, especialmente Miguel ángel López (5º), pero resultó muy complicado rascar alguna medalla. También a las puertas de la final se quedaron los ochocentistas, que no acudieron a la fiesta del mejor 800 de toda la historia. Los maratonianos hicieron un papel digno en contraste con el desolador panorma de las pruebas masculinas del 1.500m, 3.000 obs, 5.000 y 10.000m.  Sólo cabe reconocer que conseguir una medalla en atletismo en unos Juegos Olímpicos es muy, muy complicado.
 Y entre los momentos que guardaré en mi memoria quedará el llanto desconsolado de Félix Sánchez, oro en 400m vallas;  las lágrimas de Jessica Ennis mientras todo un estadio cantaba al unísono God save the Queen; la alegría de Sally Pearson, la vallista australiana también campeona olímpica; o el buen hacer de Rudisha, plusmarquista mundial de 800m.




En el día de la clausura de los Juegos estudié con precisión en qué ubicación del recorrido podría ver pasar más veces a los maratonianos y me fui hasta Monument. Pertrechado con la bandera española, también entablé conversación con japoneses -su admiración por esta prueba en mayúscula- y andorranos (!). Todo un espectáculo, en definitiva, que se repite sólo cada cuatro años y en el que el nombre de las preseas siempre sorprende en una prueba como la de los 42.195 metros.  Cuando los encargados comenzaron a retirar las vallas, todo el mundo se tiró a ellos como locos  para hacerse con la cartelería de London 2012 de las vallas. Vale, a mí no me cabía en la maleta de mano del avión, que si no también hubiera sacado uñas y dientes por mi trozo de tela fúcsia característico.

Y con una tarde de esparcimiento en la capital británica terminó mi particular visita a los Juegos de la XXX Olimpiada. Acudí solo y con una mochila, pero estuve allí. Eso es lo que cuenta.