domingo, 28 de abril de 2019

Madrid: la peor suerte y el peor debut imaginados

¿Qué pasará hoy? mejor no preguntes
La preparación había ido realmente bien. Salvo tres días, a principios de marzo, en los que noté molestias en el tendón de Aquiles, no tuve ningún problema de salud. Desde mediados de enero fui incrementando progresivamente el kilometraje semanal y superando topes personales en este sentido, ya que nunca había corrido más de 85 kms a la semana.  A ello se sumaron mis 2 (primeras) tiradas de 30km con buenas sensaciones (y otros rodajes largos de 27, 25 y 24 kms). En el punto álgido de la preparación, llegué a sumar 100kms semanales durante 4 semanas consecutivas y el cuerpo los asumió sin emitir señales de auxilio. Y lo mejor, sin molestias en mi verdadero talón de Aquiles: posas/pubis.

En el apartado de la calidad, también considero que las sesiones me habían animado a creer en un buen estado de forma. Hay constancia de buenos 500s, 1000s y 2000s. También unos buenos 4000s en el perímetro del Retiro y, sobre todo, un último test de Gavela de 2x6000m  a 12 días de la carrera que presagiaba, cuanto menos, cierta solvencia a la hora de tener la sensación de tener los deberes hechos (22:45 y 20:55, respectivamente, que se corresponden, respectivamente, con, con promedios de 3:48 y 3:30min/km).



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Aproximación al ritmo de competición en maratón
El día de la carrera haba cuidado todos los detalles de la logística. Me preocupó haber dormido muy poco (a lo mejor 2-3h)  la noche anterior por los nervios, pero tanto Héctor como Google me habían indicado que si las noches anteriores había descansado y sobre todo, había sometido a mucho menos trote al cuerpo durante los días previos, no serían visibles los efectos.

Con el pistoletazo de salida, nos pusimos en camino hacia Plaza Castila en los primeros 4km. No quería dejarme llevar por la adrenalina final y el primer parcial de 5km sale 3:57. Me hubiera gustado algo más bajo pero hay mucha carrera por delante. Repasando las experiencias de Antonio en Mapoma, me aliviaba en cierto modo saber que los 15kms posteriores, sin hacer esfuerzos extra este promedio podría bajar considerablemente. Y así fue, segundo parcial de 5km en 3:50, y tercer parcial en 3:48. En este primer tercio ya he podido saludar a mi familia y a Héctor en Cuatro Caminos (km8) y a Álvaro y Kemal en Diego de León (km12).

A la altura del km15 aproximadamente, comienzo a rallarme porque, a pensar de tener buenas sensaciones, noto que tengo como unas chinitas en el pie izquierdo pero no parece algo importante. Nos separamos de los corredores de la media y tras saludar a David, mi cabeza ya está puesta en Canal, donde espero volver a ver a mi familia de nuevo y a Héctor. Les transmito con una sonrisa que voy bien pero en las bajadas especialmente sigo notando las malditas chinas y pese que a que hago algún movimiento feo, talonando con el pie contra el suelo para moverlas de sitio, parece que no hay forma porque siguen ahí. Eh... ¿en serio? no me digas que después de haber llegado hasta aquí, me está pasando esto.


A punto de dejar la Calle Ferraz, minutos antes de descalzarme
Tras pasar el cuarto parcial de 5km en 3:49, paso la media maratón en 1:20:18, puesto 27. Un dato muy bueno pero que en ese momento sólo acierto a interpretar con cierta amargura al comprobar que bajando Preciados, las molestias en la planta persisten y noto como, involuntariamente, me está cambiando la pisada ¿qué hago, por favor?. La bajada (y su impacto) por la calle Mayor acentúa de nuevo el dolor. Pasamos el Palacio Real y enfilamos Ferraz, pero al encontrarnos con Pintor Rosales, poco después de ver a Luis, lo hago: me paro para quitarme la zapatilla, sacudirla, y quitarme el calcetín y sacudirlo. Habré perdido un minuto como máximo (¡ay, si supiera lo que perdería después). 

El apetito competitivo me lleva a bajar por los alrededores del Parque Oeste con ganas para recuperar un poquito lo perdido.. pero cuando llegamos a la Avda de Valladolid me doy de bruces con la realidad: la chinitas (que debía ser diminutas porque ni las vi) ya habían hecho daño. Más de 10kms de molestias se habían traducido en una mega ampolla en la planta, además del estrés añadido y totalmente innecesario acerca de cómo gestionarlo en una batalla así. Mi gente está en Principe Pío y ven mi mala cara.

En la Casa de Campo me recibe Jesús, viejo amigo de Vicálvaro que me ha seguido hasta varios puntos de la carrera y me anuncia que aquí empieza el maratón. Él se refiere al baile con el muro pero no sabe que en ese baile nadie me sacaría a bailar porque ya estoy en el banco de las tullidas. Con cuentagotas me van pasando corredores mientras empiezo a ser consciente de la que se viene: o sea que este iba a ser mi debut en maratón. El peor de los escenarios parecía materializarse en el moridero de mi templo del correr en este bosque. 

Pero no, había otro escenario peor preparado para mí. Salvo la cosa como puedo hasta el 35 con un parcial de 5km en 3:58 pero ya no puedo más. Es dejar la Casa de Campo y sentirme totalmente fuera de juego con estos pies que están hechos un cristo. Siento desidia y rabia; me compadezco y empiezo a acusar una terrible agonía. La primera en la frente. 

Llego a la esquina de Virgen del Puerto y Calle Segovia y aunque me duele muchísimo hacerlo, tengo que parar a andar. Por primera vez desde que corro. Sé que en este repecho me espera Ana y se sorprende de verme subir andando: voy muerto, le espeto. Ella me anima y en ese momento vuelve a unirse Jesús, desde la bici. Me jalea diciéndome que a partir de la esquina tengo que ponerme en marcha aunque sea despacio, pero aún así me parece un mundo ponerme en movimiento. Los suelas de los pies no sirven ya para nada y soy, enteramente, un cadáver. Como me quedan 4kms y veo en el reloj 2:40, pienso en la posibilidad de ir andando el resto de la carrera...pero en un momento dado hay tanta gente gritándome sólo a mí que hago el esfuerzo y vuelvo a correr si es que a eso se le puede llamar así. 

Es la peor parte de la carrera. Me planteo seriamente retirarme pero he convocado a mis seres queridos y sólo por ellos tengo que acabarla, recapacito. Intento repetirme que tal vez sea el primer y el último maratón y que, sólo por eso, tengo que terminar esta distancia. Tampoco me he retirado hasta ahora de ninguna y si he sufrido varios kms así, aunque sea andando esto se termina. En el km 40 vuelvo a pararme para andar y a los dos minutos o así retomo el trote... en Embajadores está Laura a la que también le digo que voy muerto. Qué pena terminar así. 

Tiempos de paso y debacle final

A medio camino entre Embajadores y Atocha me recoge Álvaro y se pone a correr conmigo; sabe perfectamente en qué estado estoy y me dice que no me pare, que deje de mirar el reloj y que ya estamos cerca. Llegamos a Atocha y sólo acierto a pensar en la ilusión que tenía de terminar feliz, orgulloso y regalando saludos a los míos. Tristemente, la realidad es la del colapso físico y la de no poder ni acelerar. Por fin llego a meta y ni brazos en alto ni celebraciones (3:00:46).

Gracias a Álvaro puedo seguir avanzando porque estoy devastado. Me tiro al suelo y no soy capaz de hablar durante 15 minutos... ni de llorar. Tengo la vista borrosa y un estado de fatiga indescriptible. Después de traerme avituallamiento, tenemos que andar muchísimo hasta los puestos del Samur donde me miran la a ampolla que me ha torturado; también pido la mantita de muerto porque me muero de frío. Recojo la medalla pero no me hace ilusión.

Ya en Cibeles nos vamos congregando todos y poco a poco se me cambiando el color de la cara. Lo único bueno de este día ha sido la oportunidad de reunirles.

Había procurado no pensar en marcas concretas ni presionarme a mí mismo en mi primera maratón (aunque manejaba en mi cabeza una horquilla razonable de ritmos). Creo que no hice nada descabellado y que, simplemente, la mala suerte se cebó conmigo por las chinas. Hablándolo a posteriori con Jesús, me confirma que tiene un amigo que le enseñó a usar la aspiradora para limpiar las zapatillas para evitar casos así  (¡alucino! primera noticia). Incluso Héctor me comenta que él las limpiaba por debajo de las plantillas. Yo no lo acusé hasta el km 15 (salí de casa con el mismo calzado, me desplacé en transporte público y calenté, sin notar nada) pero en el 25 dije basta e intenté ponerle solución. Pero el maratón es otra historia, un pequeño incidente así irremediablemente hace pupa, como Darío coincide conmigo.

Hay bibliografía, experiencias de amigos y conocidos y también mucha épica en JJOOs y grandes campeonatos. En esta distancia puede pasar absolutamente de todo y era plenamente consciente, pero no esperaba una experiencia física tan extrema y desagradable en la primera tentativa. Me conozco y me costará recuperarme de este fracaso moral. Madrid ya es historia y yo me he quedado algo desubicado...

Sólo me queda pensar en que el camino hasta aquí no fue del todo en vano. Conocí por primera vez las medias de Fuencarral, La Latina y Alcalá de Henares (aunque sólo tuve buenas sensaciones en esta última conforme mi preparación iba mejorando; con 1h17m). Y también arrojó otros frutos, con buenas clasificaciones en el Raid Villa de Madrid (febrero), en los 30 kms de las Vías Verdes (marzo), o en los 10km en el bosque de Entrevías (abril). Las 6 pruebas, inéditas para mí.





Muchas gracias de corazón a todas las personas que os habéis interesado por mí. 
Soy muy afortunado.

jueves, 25 de abril de 2019

Bikila, Antón, Radcliffe, Papá: El maratón de Madrid


En tiempos de Strava, era un secreto a voces (!). Durante semanas he escuchado a mi cuerpo antes de lanzar las campanas al vuelo. Las sorpresas amargas en forma de molestias físicas en los últimos 2 años me han obligado a ser muy prudente y a pensar sólo en el día a día. Y hoy, a exactamente 2 días vista del maratón, me atrevo finalmente a decir en voz alta que "SÍ", si todo va bien, disputaré mi primer maratón el próximo 27 de abril en Madrid

¿Por qué el Maratón?

En un tiempo tan incierto y líquido, en un contexto personal de cuestionamiento y, sobre todo, ante una excesiva consciencia de individualidad, cuesta encontrar pistas nítidas acerca de lo que creemos, hemos sido llamados a hacer en esta vida


Algunas personas, durante su infancia, van recibiendo ciertas pistas o nociones, especialmente desde su entorno social, acerca de lo que les tocará vivir: a veces estrechamente relacionado con un oficio, en otras con un dogma religioso o, simplemente, con el fin y principio de un ciclo vital. Así, por ejemplo, en ciertas latitudes hay personas que esperan con desvelo el día en que escenifican su tránsito de niña/o a mujer/hombre. En el caso de ellas lo llaman "puesta de largo". Otros rubrican su compromiso con una causa que, consideran, merece la pena creer (e incluso morir). También se conoce como "jura de bandera" en el ámbito militar. Y sólo por su capacidad para ilustrar esta idea, tomo prestado del diccionario taurino la expresión "tomar la alternativa". Pues bien, si por un momento hago acopio de este símil, pocas certidumbres tan claras he tenido en mi vida como que algún día correría un maratón. Me gustaría referirme a ello como "mi rito de paso".


Si bien estas confirmaciones suelen tener en común el componente tribal y comunitario, no me puedo imaginar una preparación más solitaria que la de los corredores de larga distancia. Y no es que lo repudie, al contrario, encaja con mi forma de ser. Sin buscarlo, correr, como os pasará a muchos/as, nos ha marcado profundamente. Podría citar aquí muchos lugares comunes a la hora de describir la pasión por este deporte, pero sólo acierto a decir que para mí es, simplemente, una forma de estar (sobre la tierra). Y creo que, como algo natural, y después de 13 años corriendo, la prueba reina ha llamado finalmente a mi puerta.

¿Cuántas veces habré conseguido tirar de motivación en los últimos metros de un entrenamiento duro pensando que podría ser el final de mi maratón?¿Cuántas veces me he visualizado levantando las manos al llegar a meta? ¿Cuántas veces he visto el final del triplete español en Helsinki 95 o la gloriosa llegada de Abel Antón a la Cartuja en 1999? Incontables o las suficientes como para saber que hay una sustancia ahí detrás que me mueve.

Siendo un niño contemplé a mi padre correr varios maratones y en ese momento, casi sin saberlo, adquirí para siempre el compromiso de imitar su pasos. Y como en mi casa ni somos creyentes ni pertenecemos a una saga de profesionales, correr 42 kms no sólo es una asignatura pendiente y un sueño: también es un rito que pasa por, 33 años después de SU primera vez (casi como mi edad actual), cerrar un círculo para pensar que, de alguna forma, el cosmos se vuelve a equilibrar (¿No seré yo Desmond en Lost?).

¿Por qué ahora?

Siempre me dije que esperaría a cumplir los 30 para dar este paso. Nunca he tenido prisa y de alguna forma siempre he tenido el plan en mi cabeza. Quizás las personas que llevamos "un ratito" corriendo aplicamos algo más de sentido común -si es que lo tuviera per se, que a veces pongo en duda- el paso a tan larga distancia. 

En estos años, también, he ido cogiendo los apuntes de algunos de vosotros, amigos, que con vuestros proyectos maratonianos he tomado buena nota de lo que significa prepararse para correr 42 kms. Respeto tanto la distancia que cuando un amigo o familiar ajeno a nuestro mundo me pregunta "¿ah pero tú no corrías ya maratones?" me quiero arrancar literalmente la peluca!!

Por otra parte, no ha sido fácil volver a entrenar con disciplina tras 2 años entrenando de forma intermitente por las molestias en el pubis y psoas. Tanto es así que, tras tomarle el pulso a los 10kms -mi distancia predilecta hasta la fecha- el pasado verano  y comprobar que estaba algo lejos de mi nivel previo a la lesión, decidí volver de manera "tapada", sin referencias previas en la distancia y mimando y haciendo macerar un estado de forma óptimo a partir de una sólida base como es la de la preparación del maratón. 

Curiosa paradoja, por otro lado, la de tratar de dar un paso adelante en eso de la madurez deportiva en un momento de bastante crisis atlética, ¡pero supongo que uno a veces así soy así de inoportuno, incómodo y difícil con uno mismo ...! 

Sea como fuere, la cura de humildad que nos inflige un estado bajo de forma o un mal resultado cuando competimos en lo que creemos es nuestro feudo o dominio (o "zona de confort", aunque esta expresión me produce sarpullido), es un reflejo tremendamente fiel de los altibajos que podemos experimentar en otras facetas de la vida: hoy puede ser tu momento, pero mañana a lo mejor ya no... ¿Pero quién te puede negar que pasado mañana puedas volver?.
El mundo sería mucho mejor si conociera la humildad y la empatía de la clase obrera del "running" (aunque esta sentencia suene a Veterano "F", sigo siendo Senior!).


¿Por qué Madrid?

Comparativamente, Madrid no es el mejor escenario para correr 42 kms. Además de su perfil accidentado y de su altitud, la densidad de corredores en marcas sub 3h-2h50 tiene mucho que envidiar en la actualidad a Sevilla o Valencia.

Su infraestructura es potente como para dar respuesta a tres distancias de asistencia masiva y su maquinaria comercial emite el ruido suficiente como para que todos sepamos que el Maratón de Madrid, encuadrado en el circuito Rock&Roll series y en posesión del la Gold Label (el máximo reconocimiento) de la IAAF, sigue siendo un reclamo y un clásico. 

Ya lo era a principios de los 90s, cuando mi padre y sus 'colegas' se vestían con el naranja del Mapoma. Fue el primer maratón en suelo español y, ahora, en 2019, cumplirá casualmente 42 años. 

Entonces era su colección de uñas moradas. El olor a reflex. La cara empapada de sudor e infestada de insectos pegados tras un duro entrenamiento. Los sentidos avivan la memoria y me trasladan a mi infancia, al recuerdo de acompañar a mis abuelos y a mi madre a ver entrar en meta a mi padre en El Retiro. Aunque entonces no me imaginaba cuánto cambiarían las reglas del juego,  él, sin pretenderlo, me inoculó este veneno.

Y todo este ladrillo para llegar hasta aquí, a mi declaración y manifiesto:

Porque cuando no tengo fuerzas para salir a entrenar, es la primera persona a la que llamo para escuchar ese "descansar es importante así que por un día que no salgas no pasa nada" (y así sentirme yo menos "mal"); por todo el taladre de los ritmos y las expectativas al que le someto antes y después de una competición; porque es capaz de madrugar lo indecible por acompañarme a competir al último pueblo del mapa (más allá de la zona B2); por traer siempre imperdibles porque sabe que a mí se me va la pinza; porque no puedo explicar que, aún con 32 años, la sensación de que tu padre te esté esperando después de cada rodaje largo en la Casa de Campo para recibirte con avituallamiento y ropa de recambio, sigue siendo la máxima expresión de lo que para mí significa "casa", "familia", y "protección". 

Por intentar ser como aquel hombre que me sacaba varios palmos y que guardaba (y guarda) todas sus medallas en una bolsa de Galerías Preciados y, sobre todo, para comprobar, papási tenías razón cuando de pequeño te pregunté si algún día podría correr tanto como tú y y me respondiste que seguro que mucho más. Va por ti.

Si todo va "bien", pasado el día "D" compartiré por aquí cómo me he preparado esta cita. Creo por mi parte he hecho los deberes adecuadamente. Ahora sólo queda cabeza, corazón y patas. Eso sí, tengo un poquito miedo.

Amig@s, si estáis en Madrid, cualquier grito de ánimo durante el sábado será acogido con muchísima gratitud. Recibir la energía de los míos es otra de las principales razones por las que considero que Madrid es la ciudad idónea para debutar.

Besos y abrazos.